Cenó cordero a la Calderón
¬ Juan Manuel Magaña martes 20, May 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
Aunque el golpe estaba cantado en la encuesta de Reforma, no se sospechaba mucho que la derrota calderonista fuera a terminar así en debacle.
Gustavo Madero le puso a Ernesto Cordero una friega tan soberbia, que la prensa y las redes sociales se dieron licencia para llamarla de modos más pícaros.
Resultó que la tarde del domingo cuando los números ya le revelaban el desastre, al eterno perdedor de Cordero se le descomponía el gesto, si no es que hasta el estómago, pues le aterraba la idea de tener que ir a la sede del PAN a levantarle la mano a Madero. “¿Yo a qué voy a ir al CEN?”, decía y se decía una y otra vez.
Así como él, con los rostros desencajados, llenos de desconsuelo, estaban todos los calderonistas que siempre en esta campaña se negaron como tales.
Pero todos tenían el sello en la frente: el ex vocero de Calderón, Max Cortázar; el ex secretario de la Reforma Agraria, Abelardo Escobar; Roberto Gil, ex secretario particular de Calderón; César Nava, ex presidente del PAN y ex secretario de Calderón; Javier Lozano, ex titular del Trabajo y ariete de Calderón; Ana Teresa Aranda, ex presidenta del DIF; Aitza Aguilar, secretaria privada de Calderón, y Juan Ignacio Zavala, el cuñado incómodo de Calderón.
En esas estaban cuando se dice que a Cordero lo llamó alguien superior y que por eso se desapareció durante una hora y media. Nadie en su equipo quería admitir que había ido a hablar con Calderón. El senador Roberto Gil se limitó a decir metafóricamente “Está en Boston”.
Cordero simplemente había dado largos trancos hacia una camioneta blanca que le esperaba afuera de la casa de campaña para irse, molesto.
Los reporteros le preguntaron al paso que adónde iba. Y Cordero dijo con fastidio que “Por ahí. Ahorita vuelvo”. Y atrás de él iba su compañero de fórmula Juan Manuel Oliva, que se topó con la pregunta de “¿Adónde van?”, para responder con un brusco “Dennos chance, ¿no?”
Luego regresó Cordero, con los ojos enrojecidos, para desarrollar un pequeño y último script que incluía unas cuantas palabras. Le costó demasiado trabajo pronunciarlas.
Y eran más bien resignado desafío a Madero, berrinche mal disimulado, palabras que no parecían ser de Cordero: “La generosidad en la victoria honra”… “La unidad es responsabilidad de todos. Pero la convocatoria debe venir de la dirigencia”.
En ese momento el ex secretario de Hacienda se convertía en un ex candidato perdedor a dirigir el PAN, como ya era ex aspirante perdedor a la candidatura presidencial panista, como ya es ex coordinador perdedor de los senadores panistas.
En cambio Madero estaba eufórico. Ya le había ganado a Felipe Calderón la presidencia del PAN en 2010; ya le había cerrado la puerta en 2012 a la idea de Calderón de refundar el partido, y ya le acababa de pasar encima a Ernesto Cordero con más de 13 por ciento de los votos.
En ese ambiente de triunfo había otros signos sobre el porvenir panista. Josefina Vázquez Mota tenía el rostro tan radiante, como si fuese ella misma la festejada. El asunto es que el resultado de esta elección retrata muy bien a Calderón y su grupo. Calderón es el titiritero y junto con los suyos perdió estrepitosamente las elecciones intermedias de 2009, perdió en forma resonante la presidencia en 2012 y hundió a su partido en el desprestigio por una gestión que contaba con números rojos tanto los muertos como el dinero.
Vistas las cosas en retrospectiva, las élites del país necesitaron en el 2006 a alguien con más actitud que cerebro para frenar suciamente, a López Obrador.
Por eso aquella elección terminó en atraco. La oligarquía sentó en el poder a un tipo como Calderón tan deficitario en todos sentidos (intelectual, psicológico, político) que terminó por hacerle daño al país… y hasta a las propias élites. Lo dicho: Calderón fue un error, pero él y los suyos están condenados a perder el escaso poder que les queda. ¡Y qué bueno!